¿Por qué las ‘cadenas corporativas’ están condenadas al fracaso? La advertencia del CEO de StarkWare en 2025
En el panorama tecnológico de 2025, las blockchains corporativas han ganado un impulso sin precedentes. Grandes empresas, desde entidades financieras hasta gigantes tecnológicos, han lanzado sus propias redes con la promesa de eficiencia y seguridad. Sin embargo, en medio de esta euforia, surge una voz crítica: Eli Ben-Sasson, CEO de StarkWare, advierte que estos proyectos, conocidos como «cadenas corporativas», están destinados al fracaso.
Su postura reabre el debate fundamental sobre la descentralización versus el control corporativo, un tema que define el futuro de la tecnología blockchain. Ejemplos como Stripe’s Tempo y Base ilustran esta tendencia, pero ¿realmente tienen cabida en un ecosistema diseñado para eliminar intermediarios?
La esencia de la blockchain: ¿Por qué la descentralización es irrenunciable?
Ben-Sasson lo resume con una cita contundente: «Un sistema que elimina una entidad central». Esta es la base sobre la que se construyó la tecnología blockchain. Aunque avances como la Account Abstraction (AA) han simplificado la experiencia del usuario—permitiendo interacciones más intuitivas—, la complejidad subyacente de la descentralización sigue siendo irrenunciable.
La paradoja es clara: mientras las corporaciones buscan ocultar esta complejidad, el valor real de la blockchain radica en su capacidad para operar sin depender de un control centralizado. Sin esto, se convierte en poco más que una base de datos tradicional con extraños pasos adicionales.
Corporaciones y blockchain: ¿Aliados o enemigos?
No todo es negativo en la incursión corporativa. Ben-Sasson reconoce que, a corto plazo, las cadenas corporativas pueden impulsar la adopción generalizada. Al legitimar la tecnología y reducir el estigma asociado a las criptomonedas, estas iniciativas atraen a usuarios que de otra manera no se habrían acercado al ecosistema.
Grandes entidades financieras, por ejemplo, han utilizado sus redes para experimentar con pagos transfronterizos o tokenización de activos, lo que aporta cierta credibilidad inicial. Sin embargo, esto no significa que sean la solución definitiva, sino más bien un peldaño en la escalera hacia una adopción masiva genuina.
Por qué las cadenas corporativas perderán relevancia en 2025
El declive de estos proyectos parece inevitable. Según Ben-Sasson, los usuarios terminarán rechazando el control centralizado una vez que comprendan las limitaciones técnicas. Las cadenas corporativas suelen adolecer de complejidad operativa y carecen del atractivo de la financiación descentralizada (DeFi) o la autocustodia, pilares que definen la soberanía digital.
Como afirma el CEO: «Acabarán con la tecnología compleja, pero sin el valor añadido para los usuarios». Esta falta de incentivos, unida a la probable ausencia de rentabilidad a largo plazo, llevará a muchas corporaciones a abandonar sus proyectos, tal como hemos visto en casos anteriores donde la novedad no bastó para sostener el interés.
El debate en la comunidad: ¿Necesitan las corporaciones su propia blockchain?
La comunidad está dividida. Por un lado, usuarios como Boluson en la red X argumentan que las empresas actúan por miedo a quedarse atrás, no por una necesidad real. Por otro, Rob Masiello, CEO de Sova Labs, señala que el éxito de estas cadenas se limita a las propias corporaciones, sin generar beneficios tangibles para los usuarios finales.
Ante esto, surgen alternativas más viables: en lugar de construir desde cero, las empresas podrían adquirir blockchains existentes o delegar en empresas nativas del ecosistema, que ya comprenden los principios de descentralización. Esta aproximación evitaría reinventar la rueda y aprovecharía lo mejor de ambos mundos.
Blockchain en 2025: ¿Control corporativo o soberanía digital?
La reflexión final nos lleva al corazón del asunto: la tecnología blockchain debe servir para empoderar a las personas, no para concentrar el poder en unas pocas manos. Ben-Sasson insiste en que el futuro no está en las cadenas corporativas, sino en proyectos que prioricen la descentralización y la autonomía del usuario.
Recordemos el caso de Bitcoin, que irrumpió como un disruptor del sistema financiero tradicional precisamente por desafiar el control centralizado. En 2025, los usuarios tienen la última palabra: apoyar iniciativas que alineen con esta filosofía o dejarse seducir por promesas vacías. La elección definirá el rumbo de la soberanía digital en los próximos años.