Bitcoin es un «peluche digital», afirma analista de Vanguard: La paradoja de la adopción en 2025
En una reciente conferencia de Bloomberg en Nueva York, John Ameriks, Global Head of Quantitative Equity en Vanguard, soltó una declaración que resonó en los pasillos de las finanzas tradicionales y digitales por igual. Al referirse a Bitcoin, lo describió como un «Labubu digital». Para quienes no estén familiarizados, un Labubu es una popular figura de peluche coleccionable, cuyo valor reside puramente en la percepción subjetiva y el deseo de sus coleccionistas.
Esta comparación, aparentemente despectiva, adquiere una ironía profunda cuando se contrasta con un hecho reciente: en diciembre, Vanguard, una de las gestoras de activos más grandes y conservadoras del mundo, cambió su política para permitir que sus más de 50 millones de clientes operen con ETFs de criptomonedas en su plataforma. Esta dualidad entre el escepticismo declarativo y la adopción práctica por parte de un gigante financiero encapsula el momento paradójico que vive Bitcoin en 2025, un año en el que supera la barrera de los $90,000 y celebra 16 años de operación ininterrumpida.
¿Qué quiso decir John Ameriks al llamar a Bitcoin un «Labubu digital»?
La declaración de Ameriks en el evento Bloomberg’s ETFs in Depth no fue casual. Al equiparar a Bitcoin con un juguete coleccionable, el ejecutivo de Vanguard articulaba una crítica fundamental desde el prisma de las finanzas tradicionales (TradFi). Su argumento se centra en la percepción de Bitcoin como un activo puramente especulativo, cuyo valor no deriva de fundamentales clásicos como flujos de caja o dividendos, sino de una narrativa colectiva.
Sin embargo, incluso dentro de esta crítica, Ameriks hizo una concesión reveladora. Admitió que Bitcoin podría encontrar un valor futuro tangible en escenarios de alta inflación de la moneda fiduciaria o de inestabilidad política extrema. Esta admisión tácita abre la puerta a uno de los casos de uso originales y más sólidos de las criptomonedas: servir como cobertura ante la debilidad de los sistemas monetarios tradicionales.
Los datos que contradicen la narrativa: Bitcoin a $90,000 y 16 años de red
Frente a la metáfora del peluche, la realidad del mercado en 2025 presenta un cuadro muy diferente, sustentado por datos duros. En primer lugar, el precio de Bitcoin se consolida por encima de los $90,000, una cifra que representa la culminación de una trayectoria histórica de adopción y valoración.
En segundo lugar, y quizás más importante, está la resiliencia de la red. Bitcoin acumula 16 años de tiempo de actividad (uptime). Este hecho técnico es un testimonio monumental de su seguridad, descentralización y robustez como protocolo. No es un sistema que pueda apagarse o confiscarse fácilmente.
Finalmente, la legitimación institucional es palpable. Los ETFs de Bitcoin se han convertido en una fuente significativa de entrada de capital, con flujos que muestran un interés sostenido de grandes actores. Esta demanda institucional trasciende por completo la lógica del coleccionismo ocioso.
Vanguard da el salto cripto: El último gigante en unirse
Aquí reside el núcleo de la paradoja. Mientras un alto ejecutivo de Vanguard expresa escepticismo filosófico, la empresa que representa ejecutó, en diciembre, un cambio de política histórico. Vanguard era la última de las tres grandes gestoras de activos en permitir a sus clientes operar con ETFs de criptomonedas.
La postura oficial de la compañía, explicada por el propio Ameriks, es de neutralidad facilitadora: «Permitimos a la gente mantener y comprar estos ETFs en nuestra plataforma si desean hacerlo, pero lo hacen bajo su discreción». Vanguard no recomienda estos activos, pero abre la puerta. El impacto es cuantitativo y cualitativo: más de 50 millones de clientes tienen ahora un puente directo y sencillo hacia los activos digitales.
La decisión estratégica detrás del movimiento
Esta decisión no se toma ante un «peluche», sino ante un fenómeno de mercado de una magnitud tal que ignorarlo supondría ceder una ventaja competitiva y decepcionar la demanda de una parte de su base clientelar. Las inyecciones de capital fresco desde esta base son, de hecho, uno de los factores que podrían seguir impulsando los precios.
Más allá de la polémica: Lo que realmente significa el escepticismo de un adoptante
Esta dualidad entre palabras y acciones es, en el fondo, una señal de madurez. Revela varias capas de la adopción institucional actual. Primero, demuestra que se puede separar la opinión personal de un analista de la oferta comercial de una institución. Vanguard responde a una demanda del mercado, no a una convicción ideológica.
En segundo lugar, el hecho de que un activo sea debatido seriamente, incluso con desdén, dentro de las mismas instituciones que lo integran en sus plataformas, indica que ha alcanzado un nivel de importancia ineludible. El escepticismo ya no es de ignorancia o rechazo frontal, sino de desacuerdo filosófico dentro de un marco de aceptación práctica.
Reflexiones Finales: Entre el Peluche y el Paradigma
Al final del día, la polémica desatada por la frase «Labubu digital» sirve más para iluminar la transición en curso que para desacreditar a Bitcoin. Independientemente de las etiquetas metafóricas que se le asignen, Bitcoin ha demostrado ser un activo financiero persistente, resiliente y de gran demanda.
Su trayectoria de 16 años y su capacidad para atraer a los gigantes más conservadores de la gestión de inversiones hablan por sí solas. La pregunta que queda flotando para inversores y observadores es profunda: ¿Es Bitcoin un mero «peluche digital», un objeto de colección especulativo? ¿O es el reflejo incipiente de un cambio de paradigma en el sistema financiero?
El futuro de Bitcoin, y la evolución de su utilidad más allá de la cobertura contra la inflación que el propio Ameriks vislumbró, será el campo donde esta pregunta encontrará su respuesta definitiva.
¿Crees que las críticas como la de Ameriks restan legitimidad a Bitcoin o son un síntoma de su inevitable adopción? Comenta abajo.
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