¿Está el Reino Unido a punto de perder la carrera de las stablecoins?
En la carrera global por definir el futuro del dinero digital, las stablecoins se han convertido en un campo de batalla crucial. Gobiernos y reguladores de todo el mundo compiten por establecer marcos que capturen esta innovación, equilibrando la promesa de eficiencia con los imperativos de la estabilidad financiera.
En este contexto, el Reino Unido se encuentra en una encrucijada particularmente delicada. Un grupo multipartidista de parlamentarios ha lanzado una seria advertencia: los planes del Banco de Inglaterra para regular las stablecoins denominadas en libras esterlinas consideradas «sistémicas» podrían, en su intento por mitigar riesgos, lograr exactamente lo contrario. Alejarían la innovación y el capital del país, socavando la ambición declarada del gobierno de convertir al Reino Unido en un centro global líder para activos digitales.
Este artículo analiza los detalles de esta controversia regulatoria, explora los argumentos de la oposición política e industrial, y evalúa las implicaciones para la competitividad británica en el panorama financiero emergente.
Una advertencia multipartidista: la carta a la canciller Reeves
El origen de la polémica actual se encuentra en una carta conjunta dirigida a la Canciller del Exchequer, Rachel Reeves, el 11 de diciembre de 2024. La misiva, firmada por figuras políticas de peso como el exministro Sir Gavin Williamson, el Viscount Camrose (ministro para la Ciencia, Innovación y Tecnología) y Lord Hart de Chilton, representa una coalición transversal poco común.
Su mensaje central es claro y contundente: las propuestas de regulación del Banco de Inglaterra (BoE) corren el riesgo de «expulsar la innovación y el capital» del Reino Unido. La decisión de compartir esta carta públicamente con medios especializados no fue casual; fue una estrategia calculada para ejercer presión y llevar el debate técnico al ámbito de la política económica nacional.
Los tres puntos clave que preocupan a la industria y a los políticos
La crítica de los parlamentarios y del sector no se centra en la necesidad de regular, sino en el diseño concreto de las normas propuestas, consideradas excesivamente restrictivas y poco prácticas para el mundo real.
1. Límites de tenencia «imprácticos»
Uno de los puntos más controvertidos son los topes de tenencia propuestos: 20.000 libras para individuos y aproximadamente 13,3 millones de dólares para empresas. Los críticos argumentan que estos límites son irrisorios para el uso mayorista (wholesale) que podría revolucionar los mercados de capitales o los pagos corporativos.
Una transacción institucional de tamaño medio superaría fácilmente ese umbral, lo que, en la práctica, obligaría a las empresas a utilizar stablecoins en dólares estadounidenses, como USDT o USDC, en lugar de desarrollar un ecosistema robusto en libras esterlinas.
2. Restricción del uso mayorista y el «sandbox»
En línea con lo anterior, la propuesta del BoE confinaría el uso mayorista de stablecoins sistémicas casi exclusivamente al Digital Securities Sandbox, un espacio limitado y experimental para pruebas.
Si bien los sandboxes son herramientas valiosas para la innovación controlada, la industria sostiene que tratar el uso mayorista como una mera prueba fragmenta el mercado y evita que se desarrolle una infraestructura escalable y lista para la adopción masiva. Se crea así un entorno provisional para negocios que requieren certidumbre y permanencia.
3. Prohibición de interés sobre las reservas
Quizás el punto más técnico y económicamente significativo es el requisito de que al menos el 40% de las reservas que respaldan una stablecoin sistémica deben consistir en depósitos no remunerados en el Banco de Inglaterra.
Esta prohibición efectiva de generar intereses sobre una parte sustancial de las reservas hace que emitir una stablecoin en libras sea un negocio mucho menos atractivo. Los emisores no podrían obtener un rendimiento para cubrir costos operativos o generar ganancias, en clara desventaja frente a emisores de stablecoins en dólares o euros, que sí pueden invertir sus reservas en activos seguros y líquidos.
El objetivo del regulador: estabilidad ante todo
Frente a estas críticas, la postura del Banco de Inglaterra se fundamenta en un principio de precaución. Su objetivo declarado es proteger la estabilidad financiera del Reino Unido y a los consumidores.
Los reguladores temen el riesgo de una fuga de depósitos bancarios (depositor-flight risk) si las stablecoins se popularizan sin salvaguardias, y buscan garantizar que las reservas que las respaldan sean de una liquidez extrema para prevenir cualquier pánico.
Es crucial recordar que estas estrictas reglas se aplicarían específicamente a las stablecoins denominadas en libras que alcancen una escala «sistémica», es decir, con potencial para afectar a todo el sistema financiero. Esta cautela refleja la inherente aversión al riesgo de un banco central cuya misión primordial es la estabilidad.
La industria responde: «regular el mañana con los supuestos de ayer»
La frustración en el sector privado es palpable. Asher Tan, CEO de la plataforma de intercambio CoinJar, resume el sentimiento al hablar de una «frustración creciente» y advierte del peligro de «regular la infraestructura del mañana con los supuestos de ayer». Su argumento es que el marco propuesto no comprende la naturaleza transformadora de la tecnología.
Jakob Kronbichler, cofundador del protocolo de crédito descentralizado Clearpool, lleva la crítica más allá. Afirma que las stablecoins ya no son productos experimentales, sino «infraestructura de liquidación en tiempo real» que se utiliza hoy en día.
Tratarlas como provisionales y confinarlas a espacios de prueba, sostiene, solo servirá para ralentizar artificialmente su adopción y uso eficiente. Un dato revelador subraya el rezago actual: las stablecoins vinculadas a la libra esterlina representan menos del 0.1% de la emisión global total, una cifra insignificante que muestra la oportunidad perdida.
El riesgo de quedarse atrás: comparativa regulatoria
La advertencia de los parlamentarios adquiere mayor urgencia al observar el panorama regulatorio internacional. El Reino Unido no compite en el vacío, y sus propuestas contrastan marcadamente con las de sus principales rivales.
La Unión Europea y MiCA
El Reglamento de Mercados de Criptoactivos (MiCA) de la Unión Europea ya está en vigor, proporcionando a las empresas una certidumbre regulatoria clara. Si bien MiCA incluye disposiciones para limitar el uso de stablecoins importantes denominadas en monedas no comunitarias, no impone topes generales de tenencia por usuario como los propuestos por el BoE. En comparación, el marco británico se perfila como potencialmente más restrictivo y menos ágil.
Estados Unidos y el GENIUS Act
Al otro lado del Atlántico, el recientemente aprobado GENIUS Act en Estados Unidos busca explícitamente facilitar el uso de stablecoins para pagos y liquidaciones a gran escala. Significativamente, no establece límites por cartera ni depende de un modelo estrecho de sandbox.
Los parlamentarios británicos advierten que esta combinación de certidumbre en la UE y facilitación en EE.UU. deja al Reino Unido en una posición vulnerable, arriesgándose a ver cómo sus competidores capturan la «próxima ola de innovación». Como concluye Kronbichler, si las stablecoins en libras son menos eficientes, «la actividad no desaparecerá, emigrará al extranjero».
Conclusión: un equilibrio difícil entre innovación y estabilidad
El Reino Unido se encuentra ante un dilema regulatorio de primer orden. Por un lado, la obligación del Banco de Inglaterra de salvaguardar la estabilidad es incuestionable. Por otro, un exceso de cautela, materializado en reglas consideradas impracticables por la industria y contraproducentes por una parte del espectro político, podría sabotear los propios objetivos económicos y de liderazgo tecnológico del gobierno.
La pelota está ahora en la cancha de la Canciller Rachel Reeves. ¿Intervendrá el Tesoro para revisar los planes y buscar un equilibrio más propicio para la innovación, o respaldará la línea dura del regulador?
La respuesta a esta presión política definirá el tono de la regulación de criptoactivos en el Reino Unido para los próximos años. La pregunta final, por tanto, es retórica pero urgente: ¿logrará el Reino Unido diseñar un marco que atraiga y nutra el futuro de las finanzas digitales, o terminará, como temen muchos, expulsándolo?














